Reverte, te admiro pero no tanto
Hay unas cuantas cosas que me gustan de Arturo Pérez Reverte. Antes de nada, cómo maneja el idioma. Luego, cómo lo usa para soltar soplamocos. Para mi tiene mucho de leer a un Quevedo fresco.
Además de la forma, el fondo de sus artículos también suele ser, como mínimo, de mi agrado. Sin embargo hoy he tenido un serio encontronazo con uno de ellos, el más reciente (31/08/2009) de Patente de Corso, en que habla de los atuendos que el personal luce en verano.
Entre los casos que le irritan nombra bermuderos de chancletas en un buen restaurante del centro de Barcelona o directamente descamisados en un local de comida rápida portuario. Ciertamente, no se trata de las vestimentas más serias, pero dudo que el tema tenga para tanto.
Poniéndome en la piel del turista que se encuentra en el bochorno estival, horriblemente caluroso y húmedo de Barcelona, ni se me pasa salir a cenar, como Reverte, de chaqueta. Si además no salgo a cenar, sino que directamente he estado todo el día caminando por la ciudad, conociéndola o lo que sea, y surge el hambre, no voy a dejar de llenar la andorga para ir buscar mi equipaje y vestirme como al fulano de la mesa de al lado le parezca correcto. Parto de la base de que nunca voy por ahí ofendiendo a la decencia, con peor o mejor gusto.
Además, me opongo al comentario de Reverte porque me recuerda mucho a las actitudes gilipollescas que me encontré mientras vivía en Brasil, país bendito por Dios y bonito por naturaleza, en el que casi siempre hace un calor del carajo. No es infrecuente encontrarse carteles en centros comerciales y otros negocios o incluso oficinas gubernativas en los que se insta a vestir pantalón largo en vez de bermudas y camiseta o zapato cerrado en vez del calzado nacional, las chancletas havaianas.
Sencillamente, el calor hace sobrar la ropa y es muy fácil para los frioleros exigir chorradas que impliquen colocarse cosas encima. Me pregunto cual sería su opinión si los cánones exigiesen ir en mangas de camisa en un febrero mesetario, sin otro abrigo. Supongo que dirían, castañeteando los dientes y con los dedos y huevos azules, que les parece una soplapollez pelarse de frío por una mera convención social. Mientras tanto, los chicarrones del norte que pasamos calor por encima de 15º C, tan agusto criticando la poca clase de esos guiris sureños con bufanda.
Sr. Reverte, no siempre hace calor a gusto de todos.
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