No estoy queriendo decir la comunicación o la transmisión de conocimiento, mucho más generales, ni tampoco el lenguaje. Éstos también me apasionan y me tienen necesariamente que interesar, además, aunque sólo sea laboralmente.
Hay muchos aspectos del conjunto de los idiomas que me intrigan:
La forma en la que reflejan estructuras de pensamiento.
La capacidad de algunas palabras para definir un determinado concepto mejor que cualquier otra expresión de otro idioma (por ejemplo la morriña gallega o saudade portuguesa).
La riqueza polisémica de las palabras y, a pesar de ello, la exactitud de las expresiones que forman. Mítico ejemplo éste sobre "cojones" en el castellano, repetido hasta la saciedad.
Personalmente me gustaría hablar los suficientes idiomas para tener una opinión propia más amplia propia y formada, al estilo de la de Carlos I; sin embargo, con sólo cuatro lenguas de momento y casi siendo casi todas latinas, no me queda sino citar y parafrasear a aquél y utilizando el castellano para blasfemar, el portugués para namorar, el francés para presumir y el inglés para programar.
El caso es que existen tantos y tantos idiomas que no es posible hablarlos todos, y ahí surge la necesidad de la traducción.
Una amiga, traductora e intérprete de profesión, me dijo una vez que hay dos tipos diferentes y normalmente incompatibles de "traducciones": las correctas y las buenas. Las correctas se limitarían "símplemente" a decir la misma cosa en el idioma original y en el de destino; las buenas intentarían transmitir tanto el contenido como el contexto del mensaje, haciendo los cambios que sean necesarios en el original para que el receptor entienda el mensaje de la forma en que el emisor pretendió. Al menos, eso le entendí.
Vale que para opinar con corrección hay que conocer el tema y desde luego yo no soy, ni mucho menos, un experto en éste, pero sí un usuario asíduo de servicios de traducción; como casi todo informático hispanohablante he tenido que sufrir a menudo textos nada buenos perpetrados por profesionales ajenos al ramo y como parte de familia transcultural (toma ya) suelo precisar de un traductor jurado para cualquier papeleo.
El caso es que el proceso de traducción es laborioso y nada trivial, especialmente en el caso de las buenas traducciones. Se trata de todo un desafío a la automatización que se ha convertido en uno de los grandes mitos de la inteligencia artificial. Algunos fallos en los sistemas existentes son realmente para descarallarse pero como dice el traductor de la ONU J.G., «Este tipo de sistema debe funcionar a la perfección, o no sirve para nada. Un entendimiento a medias puede ser peor que ningún entendimiento». Pese a todo, el ánimo no desiste y mientras siguen surgiendo iniciativas creativas que buscan el salto definitivo de las barreras lingüísticas, otros las pasan a puro músculo. Espero que tengan suerte, y que les sea leve.