La importancia de llamarse Íñigo
No es sólo que mi nombre me guste, es que además influye en mi forma de ver las cosas.
Al menos profesionalmente es siempre un recordatorio de que:
- soy ingeniero, y mi tarea es resolver problemas.
- la informática es mi herramienta.
- debo preparar mis soluciones para que funcionen en el mundo real, no en laboratorio.
Cuando aparecen símbolos no alfabéticos todos sabemos que algo hay extraño, pero cuando todos los caracteres son letras aparentemente todo es correcto y... ¡usted no es la persona de la reserva! me decía la moza francesa. Bastó mostrarle tres tarjetas bancarias a mi nombre, cada una escrita de una forma diferente, para que se convenciese. Sí también estaba mi carné de identidad, pero si el nombre cambia la gente no lo mira. Alucinaría esta chica si viese qué cosas me llegan por correo postal o las pirulas que tengo que hacer para alquilar un coche a través de muchas webs únicamente por tener el nombre que tengo.
Comentario para programadores: vamos a ver, ¿cómo que 256 caracteres deberían ser suficientes para todos? ¿Para qué está Unicode, UTF-8, etc.? Menos arrays de char y más strings decentes. Esto va especialmente para los que desarrollen aplicaciones, webs o cualquier cosa que interactúe con usuarios diversos.
La ventaja de estar acostumbrado a ser un caso raro es que piensas más fácilmente que esos casos raros existen, y son éstos los que complican las cosas.
En otro ámbito, lejos del primero, está el tema de la pedantería y la corrección. A mi me gustan las cosas correctas, pero no los pedantes.
He oído decir decenas de veces "maaal, estás pronunciando mal esa palabra inglesa. La forma correcta es ...". En casi todas las ocasiones la misma persona no sólo es incapaz de pronunciar correctamente un término en alemán u otro idioma menos común que el inglés, sino que además se la refanfinfla. Es cierto que tiendo a castellanizar las cosas si estoy hablando en castellano, pero tampoco pido que cualquiera pronuncie correctamente mi nombre; en caso contrario debería estar en posición de saber pronunciar toda palabra de todo idioma existente.